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Por Mauricio Ortega
Se ha hablado mucho acerca del impacto que tiene en los niños las nuevas tecnologías. El enajenamiento que se puede presentar en los niños y adolescentes (los adultos no se salvan) hacia sus dispositivos inteligentes es algo reconocido por familiares, psicólogos, maestros, psicoanalistas y hasta médicos. Se ha dicho que este enajenamiento puede afectar negativamente la capacidad para jugar simbólicamente y para relacionarse con otros.
Con esto dicho, a veces los psicoanalistas son consultados por esa misma razón; parte importante del tratamiento versa alrededor de comprender porqué los dispositivos dejan de tener la posibilidad de ser objetos/fenómenos transicionales para convertirse en una suerte de objetos fetiches o una cosa a la cual adherirse.
Se comprenderá mi preocupación ante la necesidad imperante de trabajar a distancia con los pacientes, especialmente porque me parece que en el trabajo con niños el cuerpo y la presencia real juegan un rol importante, además, el trabajar a través de la pantalla ¿no implicaría dar cabida a aquello causa de dificultades en la simbolización y la intersubjetividad?
Sorpresa grata fue con la que me encontré al observar que el trabajo analítico con niños ha sido posible a través de las pantallas; ellos juegan, hablan y se mantienen en la sesión (recordemos que psicológicamente hablando la capacidad de mantener la atención es algo que se va desarrollando con la edad). Por otro lado, los analistas han podido hacer en esencia el mismo trabajo que hacían en las sesiones presenciales. La posibilidad de trabajar analíticamente con niños a distancia contrasta, a mi parecer de una forma muy interesante, con las clases en línea en donde maestros y padres manifiestan la dificultad de los jóvenes y niños de aprender virtualmente.
"El fin de la soledad", de Adria Fruitos
¿Cómo podrían explicarse estos dos fenómenos desde un punto de vista psicoanalítico? Creo que un esbozo de respuesta podría encontrarse en la concepción que Françoise Dolto tiene del Estadio del espejo.
Para Dolto el Estadio del espejo implica un momento del desarrollo subjetivo en el cual el pequeño se interesa en las formas del cuerpo después de haber pasado por la castración simbolígena oral y anal.
Los pequeños entonces están particularmente receptivos a mirar aquello que les devuelva una imagen de sí mismos, entonces <<A causa de estas experiencias del espejo plano, del cine, de la fotografía, de lo audiovisual, de la grabación de voces, el niño comprende la imagen que los otros se hacen de su persona>> (Dolto, 1996, p. 234). Ahora, esta experiencia de encuentro con la imagen de sí mismo no es, para Dolto, motivo de júbilo, al contrario, implica angustia y decepción.
Dolto pensaba que el humano es un ser innatamente deseante de comunicación, es por eso que cuando el pequeño se encuentra con un otro, con el que espera vincularse y relacionarse, pero termina encontrándose con una superficie fría y plana que no responde a los intentos de comunicación se genera una intensa experiencia de desconcierto y confusión. Para que esa experiencia pueda ser tramitada y no se corra el riesgo de llegar incluso a la desestructuración psíquica será necesario que exista algún otro que explique y ponga en palabras la situación.
Que la experiencia emocional sea suficientemente bien tramitada no significa que la experiencia especular haya dejado de implicar la posibilidad de caer en una trampa del deseo.
Si el o la niña no gozan de comunicaciones interhumanas con semejantes de forma habitual pueden usar la imagen en el espejo como ilusión para subsanar esa carencia, se relacionarán con su imagen como si realmente se tratara de otro quedando atrapados en una ilusión que les imposibilitaría usar sus pulsiones con otros. Otra trampa del deseo resultaría de que los otros valoren más la imagen reflejada por el espejo antes que el vínculo afectivo con el mismo niño pues entonces el niño se vería tentado a considerar que lo valioso es la imagen de sí que da a los otros y nada más, cayendo así en el mundo de las apariencias y de lleno en lo imaginario.
Todo lo dicho me hace pensar en el libro Alicia a través del espejo de Lewis Carroll y junto con ello una doble interpretación del mismo. Uno relacionado con las pulsiones de vida en donde Alicia entra a un espacio transicional con todo lo benéfico que eso implica; Alicia atraviesa al espejo como el infante atraviesa al espacio transicional desde el objeto subjetivo al objeto percibido objetivamente y vis reversa. Y otro relacionado con las pulsiones de muerte, quedando Alicia atrapada en un mundo imaginario -nótese el doble sentido de la palabra- en donde el vínculo con seres humanos reales queda impedido; Alicia queda atravesada por el espejo.
Con esto podemos ya hacer una relación directa con fenómenos de la realidad actual. Niños enajenados con espejos inteligentes, a la vez hijos de padres ausentes (generalmente por necesidad económica) que no pueden entrar en comunicación humana con ellos de forma constante y que mucho menos tienen tiempo para hacerles sentir que las fotos que se tomen -por más lindos que puedan salir en ellas- son menos importantes que la convivencia que surge entre las personas. Personas de todas las edades interesadas en mostrar una imagen en las redes sociales lo que a la vez suele desdibujar su auténtica subjetividad dejando una sensación de vacío y futilidad muy característica de la posmodernidad y de la cultura de lo líquido.
Imagen del ilustrador Andrea De Santis
Regresando a la segunda pregunta formulada en esta reflexión pensaría que los niños, aún los más pequeños, son capaces de tener sesiones analíticas en línea porque el analista, como parte de su trabajo, busca establecer comunicación interhumana con sus pacientes y por eso el niño puede vincularse a partir de su necesidad y deseo de comunicación. El espejo inteligente le muestra al niño a un sujeto que también busca vincularse, la experiencia del espejo frío desestructurante está muy lejana.
Respecto a las dificultades de no pocos jóvenes para adaptarse a las clases virtuales pensaría que es resultado de una serie de fenómenos complejos derivados de una actitud opuesta a la del analista. Pienso que un niño, que tiene que aprender a través de clases pregrabadas en la televisión (donde no hay otro) o de clases virtuales en vivo pero con profesores deprimidos (como resultado de la situación actual), frustrados por no saber usar las tecnologías o que tienen que responder a quién sabe cuántos niños a través de diferentes espejos, se encontrará justo con aquella experiencia desconcertante del espejo frío que no tiene posibilidad de generar comunicación afectiva y humana auténtica; ya los analistas sabemos que las inhibiciones en el aprendizaje suelen ser resultado de algún tipo de ansiedad que no puede ser entendida y puesta en palabras.
Importante es subrayar que esta es sólo una breve reflexión que no busca dar una respuesta definitiva a los fenómenos que aborda. Es sólo una propuesta que aspira a aportar un posible granito de comprensión a los mismos.
Bibliografía:
Dolto, F. (1984). La imagen inconsciente del cuerpo. España: Paidós.
Dolto, F. (1996). Sexualidad femenina. Madrid: Paidós.
Winnicott, D. (1971). Realidad y juego. Barcelona: Gedisa.
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