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Winnicott y el falso self

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Por Ana Paula Hernández

“Un ser humano no puede vivir sin su verdadero yo.
Es como un terreno.
Si falta, no se puede construir nada encima”

Haruki Murakami
Hace unos días caminando entre edificios escuché un hombre en la calle diciendo a otro hombre:

“A veces me da la impresión de que Luis es medio falso. En la oficina nos hace creer que es de una forma pero en el fondo parece que ni el mismo se lo cree, como si quisiera ser alguien más”. 

Inmediatamente pensé en lo que en psicoanálisis fue definido por D. Winnicott como falso self. Término compuesto por el mismo autor para describir cómo se constituye un individuo desde sus primeras experiencias emocionales hasta el impacto que éstas tienen en la construcción del sí mismo y su relación con el medio que le rodea. 



Para Winnicott, la etiología del falso self se establece a partir de la relación madre-hijo; el comportamiento y la actitud de la madre son esenciales para el desarrollo del self del pequeño, compuesto por un monto, por así decirlo, tanto de verdadero self como de falso self. Al recién nacido corresponde inicialmente la no integración: sus sensaciones corporales, los estímulos ambientales y su capacidad motora se encuentran dispersos, solo reaccionan.

 Logrará la cohesión de su self a través de la contención que la madre le proporcione y es gracias a su capacidad para reconocer el gesto espontáneo del bebé que comienza a existir un verdadero self en potencia, citando a Winnicott “El verdadero self está dotado de espontaneidad, a la que se unen los acontecimientos del mundo”. 

Cuando la madre no logra interpretar las necesidades del pequeño llega a imponer su propio gesto, ante el cual el bebé se somete, acata las exigencias del medio ambiente, constituyendo así la primera fase del falso self. Dicha organización se manifiesta en diferentes niveles que van desde lo normal hasta lo patológico.

Por un lado la idea de falso self se entiende como un proceso natural de adaptación al medio, habla de la habilidad del individuo para someterse sin exponerse; se convierte en una forma de vivir en sociedad, de ser cortés y educado. 

Tiene la función de ocultar al ser verdadero, que mantendrá al individuo a expensas de su omnipotencia. 

Esto sería la versión más normal del falso self. Sin embargo, podría llegar al grado en el que una persona pierda espontaneidad y vitalidad, llevándola a la sumisión e imitación, donde sus relaciones interpersonales estén impregnadas de un sabor a falsedad o ficción de la realidad. 

Imagen del artista Gail Potocki

Otras variantes de organización del falso self que lo convierten en un nivel más patológico sería cuando el falso self se establece como real, escindido por completo del verdadero self, la persona se encuentra llena de vacío. En un grado de menor patología el falso self defiende al verdadero “permitiéndole una vida secreta” por preservación del individuo, por ejemplo, la gente que enferma y a cambio obtiene ganancias secundarias. Bajando un escalón más próximo a lo normal, el falso self busca generar las condiciones que permitan al verdadero self tomar lo que es suyo. El grado más cercado a lo normal sería el falso self compuesto por identificaciones, las cuales suelen ser con las figuras parentales; cuando la persona se pregunta qué haría su padre o su madre en tal situación, como si actuara desde la versión de alguien más. 

Las distintas maneras que tiene el falso self de integrar al sí mismo podrían manifestarse en alteraciones de la personalidad, los individuos no pueden actuar a partir de su propio gesto sino que se someten al gesto del otro. Viven desde fuera, de forma reactiva y no desde lo que desean. Es así como el origen de lo que Winnicott llamó falso self imprime de espontaneidad o acatamiento el desarrollo del ser. 


Bibliografía 

D. Winnicott. (1993). Procesos de maduración y el ambiente facilitador, Los estudios para una teoría del desarrollo emocional. Buenos Aires: Paidós.
N. Bleichmar y C. Lieberman. (2003). Psicoanálisis después de Freud. Buenos Aires: Paidós.
D. Winnicott. (2000). Realidad y juego. México: Gedisa.


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