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Sobre la película "Un método peligroso"

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Por Claudia Garduño Pineda
-Alumna de la primera generación de la 
Academia Virtual Psicoalibre S. C. 
-Seminario de Introducción a la obra de Freud I 

En el contexto de la época Victoriana y en el ambiente científico de la antigua Viena, la película “Un método peligroso”, de David Cronenberg, narra la relación entre Sigmund Freud y Carl Gustav Jung y de este último con su primera paciente Sabina Spielrein; una joven Rusa hospitalizada en contra de su voluntad en la Clínica Psiquiátrica de Burghölzli de Zurich, en el período de tiempo comprendido entre 1904 y 1911; tiempo que dura aproximadamente la relación entre Freud y Jung. Esta triada nos permite ver a través de la cinta mucho del nacimiento del psicoanálisis y a su vez refleja algunas situaciones que se dieron en la historia del movimiento psicoanalítico. 


De inicio me gustaría compartir que la película me gustó y me atrajo desde la primera escena donde Sabina aparece con un comportamiento frenético; su actuación no puede ser mejor para demostrar los síntomas de las histéricas (ataques convulsivos, actitudes pasionales, movimientos eróticos, sugestivos, sexuales, ataques de sueño) los cuales tienen justo un carácter excesivo, hiperintensos, dramáticos, histriónicos y se pueden apreciar con claridad cuando va encerrada en un carruaje rumbo a la Clínica Psiquiátrica; incluso al llegar no cesa de comportarse fuera de todo control. 

Por otro lado me llevó a pensar en la época Victoriana, cuando “las mujeres se tenían que ver lindas, perfectas, en casa y buenas madres”. Sin duda Sabina representaba otro grupo de mujeres muy distintas. 

Cabe mencionar que los síntomas son construcciones subjetivas que se construyen a partir de lo que nos pasa. En la primera sesión, cuando Sabina conoce al Dr. Jung, se cubre la cara, lo cual denota una actitud claramente acostumbrada a los maltratos; es evidente que es una mujer asustadiza. A manera de experimento, comenzar a trabajar la cura por la palabra (la cura oral) era sin duda algo revolucionario para la época, Jung había aprendido a partir de las publicaciones de Freud, a quien había leído pero no conocía personalmente. Dentro de los grandes descubrimientos del Psicoanálisis fue revelar que la enfermedad misma es una forma en la que el Yo descarga la tensión producida por un Superyo extremadamente punitivo, castigador, que se satisface por el escarmiento merecido por albergar deseos y fantasías reprobables por la sociedad y Sabina no puede ser una mejor muestra de esto.


Es notable ver reflejado un cierto grado de abreacción y catarsis cuando Sabina confiesa que su padre siempre estaba enfadado con ella; le gustaba y le excitaba la humillación resultante de las palizas que le propinaba su progenitor en el cuarto pequeño mientras estaba desnuda a los cuatro años. Dice textualmente: no tengo esperanza; soy vil, obscena y corrupta, no deben dejarme salir de aquí. Dicho maltrato podría interpretarse como la forma de descargar deseos incestuosos entre padre e hija. 

Esto deriva en la fijación de la etapa sádico-anal; las reminiscencias inconscientes se satisfacen entonces con la masturbación como mecanismo de defensa en la regresión, práctica constante revelada por ella. 

En la entrevista inicial entre Freud y Carl, que duró aproximadamente trece horas, Jung refiere a Freud un evento en la vida de Sabina. Freud deduce justamente que Sabina es una persona con fijaciones de la etapa anal, en palabras de Freud: 

"Todos mis pacientes en lo anal son maniáticos, compulsivamente ordenados,
testarudos y extremadamente tacaños". Otras características propias de las neurosis.

Señaló a su vez que cuando ella relata la historia del gato imaginario y un molusco en su espalda se podría pensar en una zona histerógena; este lugar hipersensible del cuerpo cuya estimulación desencadena un ataque, el aura del cual suele iniciarse con una sensación proveniente de ese lugar; se observa este miedo que acompaña al trauma. 


Carl, al sacudir el abrigo con una caña, empuja a Sabina a externar haberse sentido excitada; un ejemplo más de estas respuestas histéricas en el cuerpo, específicamente en sus genitales. Al no existir en dicho momento todavía un encuadre o marco definido, se comienzan a dar encuentros personales que derivan en una relación íntima entre médico y paciente. En estos encuentros sexuales se observa como ella, en cierto sentido, le exige a Jung que sea feroz con ella, que la castigue; se desarrolla una intensa transferencia erotizada complicándose con la contratransferencia de su analista.
 
La neurosis que presenta Sabina es un caso para ver reflejado el conflicto entre las tres instancias psíquicas:  Ello, Yo y Superyó, cuya pobre relación es la que deriva en la enfermedad de esta mujer. Jung para Sabina representa a la figura crucial de su vida: su padre en la transferencia.

Cuando sale a escena Otto Gross (psiquiatra y psicoanalista) para ser analizado por Jung, sirve para introducir otros conceptos del psicoanálisis, le impulsa a seguir sus instintos y dejarse llevar por sus sentimientos hacia Sabina, rechazando la importancia de las ataduras normativas que le exigen tomar distancia, además de que ella no solo es su paciente sino que él está casado y es padre de una niña. La forma en cómo se presenta este personaje me lleva a pensar en las reacciones al trauma en donde evidentemente se ve la escisión de la consciencia y sin restricción social dado que satisface sus deseos sexuales, hablando de la escena erótica con la enfermera de la clínica y a su vez también cuestiona a Carl si se había acostado con alguna de sus pacientes incitándolo. En la trama cinematográfica Jung sería el equivalente al Yo y Otto al Ello.


Por su parte Freud no le prohíbe tener algún tipo de relación con sus pacientes pero si se muestra un tanto aprensivo respecto a los chismes y habladurías y lo que podría repercutir en el movimiento psicoanalítico de la época, dado que los enemigos estaban al acecho. 

Es aquí que de algún modo su relación empieza a “fracturarse”; además Sigmund le dice que no tiene objeción si está interesado en documentarse en temas como la telepatía, parapsicología, mistisismo de segunda y chamanismo mesiánico, pero no debe mezclar esos temas con el psicoanálisis dado que los oponentes ya son muchos, insiste. 

De igual forma le pide abandonar cualquier deseo de curar a sus pacientes. Es evidente que ambos viven en dos mundos distintos; Jung como un hombre rico gracias a la fortuna de su esposa y Freud que no es propiamente de clase humilde, si refiere ciertas limitaciones económicas al ser padre de varios hijos; por otro lado Jung al ser ario no tiene de que preocuparse por esa cuestión racial, mientras que Freud es judío en un desafortunado momento de antisemitismo que comienza a surgir en Europa.

Sabina logra superar su trastorno histérico, inició la carrera de medicina, se casa y se realiza como madre y vuelve a Rusia. Considero de importancia sus aportaciones al psicoanálisis; un ejemplo claro de esto es cuando se encuentran en su casa y hablan de su tesis dirigida por E. Bleuler; ella razona que la auténtica sexualidad exige la destrucción del Ego, de abandonarse en el otro. También aparece la idea de un instinto de destrucción inherente a la sexualidad humana, aquí se deduce que iniciaba el concepto de pulsión de muerte.

Jung siempre intentó revelar que la realidad es mucho más compleja de lo que creemos, no cree en coincidencias y, para él, todo tiene posibles significados. Esto lo lleva a tener un sueño apocalíptico y recurrente que presagia la Primera Guerra Mundial. 

El analista de Sabina le comenta entonces “hay que entrar en lo inexplorado, volver a las fuentes de todo lo que creemos, no quiero abrir una puerta y mostrarle al paciente su enfermedad y quedarme ahí, ayudarlo a una forma de reinventarse”. Aquí quizá podríamos interpretar una posible neurosis de angustia en Jung.



A modo de conclusión podríamos preguntarnos: ¿Se curó realmente Sabina Spielrein? El concepto de cura resulta complejo; tendríamos que definir muchos conceptos de funcionamiento mental, pero la mejoría de su trauma psíquico sin duda fue notoria.

En cuanto a su evolución personal pudo alcanzar un desarrollo en su autonomía tanto en lo profesional como en lo personal y familiar. Recordemos que el analista ayuda en el proceso de individuación, conversión del ser humano en una mejor versión de sí mismo, versión que no solo integra sus cualidades más evidentes y desarrolladas sino aquellas relegadas al plano inconsciente. 

No se puede saber hasta qué punto quedó atrapada Sabina en la confusa relación con Jung, es probable que esta relación la haya condicionado toda su vida. Se puede pensar lo intrínsecamente ligadas que están sus vivencias personales a sus descubrimientos, sin olvidar que el autoanálisis era una vía de conocimiento en aquella época y que estos personajes eran igualmente seres contradictorios, vulnerables y humanos.

Hoy sabemos que un paciente cuyo tratamiento ha sido provechoso, puede separarse de su analista e integrarle a modo de objeto interno que le acompañará siempre. ¿Lo consiguió Sabina Spielrein? Parece que en muchos años posteriores a su tratamiento, no.

No dudes en iniciar un tratamiento psicoanalítico.
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