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Soñar: el lenguaje del alma

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Por Leonora Méndez 

Dedico este texto con cariño al primer congreso virtual de Psicoanálisis Libre, a todos mis colegas y amigos, y a ti, que has seguido nuestro camino de trabajo hasta este importante momento.

Los sueños pueden ser un montón de cosas. Uno podría hablar desde la teoría y pensar en sueños angustiantes, placenteros, persecutorios, etc. Al final, los sueños terminan siendo esa cosa misteriosa que nos brinda la oportunidad de pensar, de generar teorías (no psicoanalíticas o científicas) de nosotros mismos; ¿Quiénes somos en el interior? ¿De qué estamos hechos? Nuestros sueños nos abren las puertas para poder descubrirlo. 

Para comenzar, me gustaría decir que, desde la psicología analítica de Jung, los sueños son el lenguaje del alma; están colmados de una simbología única para cada persona que, según él, utiliza símbolos de una mente colectiva y ancestral. 

El mundo de los sueños es un mundo que yace internamente, dentro de nosotros, en lo que podríamos denominar "alma". Sólo yo le puedo dar un sentido a mis propios sueños. 

Un paciente puede soñar con "el diablo", pero yo no puedo saber lo que eso significa hasta escucharle hablar sobre lo que siente y lo que piensa sobre esa imagen en su cabeza. Yo debo preguntarle qué representa eso para él o ella. 

Para el psicoanálisis el mundo de los sueños es un misterio que termina siendo fructífero. Los psicoanalistas pensamos que para poder hacer crecer la mente necesitamos no saber, no tener, no poder. Los sueños son eso; un amplio espacio que puede contener una infinita cantidad de significados y significantes; eso es crecimiento interno en pocas palabras. No pensamos en los sueños como certezas que pueden colocarse en un diccionario de símbolos en donde uno puede ir y consultar que si soñó con una escalera es que tendrá mala suerte o cosas por el estilo. 

De Christian Schloe 

Es interesante, por ejemplo, pensar en aquellos sueños de los que uno no puede despertar. Es como si uno no quisiera a veces salirse de esa lucha interna o como si una parte de nosotros nos mantuviese atrapados en un lugar muy caótico o angustiante.

Tendríamos que preguntarnos: ¿Qué está pasando en mi mente? ¿Por qué me siento así? ¿Qué pasa en mi vida? ¿Cómo vivo la vida? Porque no se trata únicamente de contar un sueño, de recordarlo y ponerlo en palabras y ya. Hay que pensarlo.

De pronto tengo la sensación de que este arte de ser soñante, alguien que sueña y que puede pensar sus sueños, se está perdiendo. Las personas no recuerdan más sus sueños o, más bien, una parte de sus mentes no quieren recordarlos. La inmediatez, las ansiedades del mundo externo, de todo lo que es concreto, nos limitan e impiden que podamos echar un vistazo al interior, a todo lo que somos y llevamos por dentro. Las personas están más preocupadas por tener el celular de moda que por pensarse a sí mismas. 

Toda nuestra energía está volcada en las metas laborales, financieras, metas de aparente éxito, en un crecimiento infinito y omnipotente, y no podemos meternos en nuestra mente y ver un poco de lo que hay ahí. Estamos alejados de nuestro mundo interior y eso es una pena. 



Uno piensa por ejemplo en los adolescentes que no pueden despegarse de los aparatos virtuales. Se encuentran capturados por ese mundo ajeno y cada vez se encuentra más despegados del mundo que les es propio. Hay una simbología muy empobrecida; es preocupante, por supuesto, pensar que la mente está dejando de fabricar cosas nuevas cargadas de emociones. Pareciera que la materia prima de la mente desaparece. Quizá nuestra labor es un poco rescatar, sin querer sonar omnipotente, ese mundo interno, y los sueños son un excelente recurso para ello. 

Pienso que los sueños no son solo escenas del dormir; los sueños también son fantasías que inspiran, son aspiraciones, son anhelos; como la nena que "sueña" ser doctora al crecer. Es maravilloso también poder rescatar los sueños que quizá no son escenas que aparecen con los ojos cerrados sino también fantasías de personajes ideales, aspiracionales; un combustible que nos lleve a cristalizar, una motivación que no importa que no logremos nunca, lo que importa es que nos mueve, nos impulsa. 

Que los sueños sean aspiración y posibilidad para crear, sean pensamientos o mezclas de sentimientos; vínculos, relaciones nutricias. Para concluir me gustaría dejarles una fantástica frase del psicoanalista Donald Meltzer a quien admiro profundamente:

(...) es la poesía del sueño la que capta y da una representación formal a las pasiones que son el significado de nuestra experiencia para que puedan ser utilizadas por la razón.
Donald Meltzer (1984)










 

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