---
Por Itzayana Covarrubias
Por Itzayana Covarrubias
Fui criada por una gran mujer que me enseñó a encontrar siempre la oportunidad en el problema; quizá desde mi profesión psicoanalítica deba intuir que es mi manera de justificar mecanismos de negación en mi personalidad. Lo dejaré por ahí para otro momento. Lo cierto es que, aunque escucho, siento, leo y encuentro un momento grávido de emociones densas y pensamientos devastadores, sigo siendo de ese tal vez menor porcentaje que intenta darle un significado distinto a toda esta vorágine. O quizá pensarme dentro de un porcentaje menor ya me hace parte del problema. Es compleja la exploración de la propia mente.
Podemos o no estar de acuerdo entre nosotros, pero creo que intercambiar algunas ideas nos hace echar a andar la poderosa maquinaria del pensamiento y eso ya hace mejores las cosas. A diferencia de algunas posturas que he recibido por distintos medios y que sin embargo respeto en su mayoría, pienso firmemente -no como una certeza sino más como una muy particular reflexión- que este momento ha sacado a la luz aspectos muy interesantes de nuestro psiquismo que vale la pena explorar.
Algunos obscuros e irracionales, es verdad; como la idea inexplicable de que sendos kilos de papel de baño serán de alguna manera un aliado en contra de ese intangible y aterrador ente que acecha en algún lugar.
Aparte de esas ideas que no logro poner en contexto en un momento en el que más que nunca se necesita metabolizar y pensar desde la experiencia emocional; además de eso, contemplo complacida cómo fluyen ideas de solidaridad y creación entre los seres que compartimos esta experiencia humana. Observo con placidez que antes de ver el resultado de un trabajo, el dinero que ha generado un negocio, o el tiempo en el que algo será resuelto, la gente se está preguntando desde la consideración ¿Cómo estás? ¿Cómo está tu familia? ¿Te has sentido bien?
El ajetreado ritmo paró. No hay aviones que tomar, puestos que ostentar, títulos que mostrar. De pronto quedamos “desnudos” frente a ese otro, que sólo desea que él y los suyos, que tú y los tuyos puedan salir avante de esta peculiarísima situación.
Reconozco que peculiar y en superlativo, es una astuta forma de instalarse en la neutralidad. A mi favor puedo decir que intento protegernos de un indeseado calificativo que reduciría un universo de posibilidades para abordar algo tan complejo como lo que en estos momentos sucede en el mundo.
La pandemia, el encierro, el confinamiento… Es interesante observar las implicaciones que la sola manera de llamar la situación, tienen en la mirada de quien la nombra. Poderoso caballero es el lenguaje. Incluso si se elige un nombre femenino o masculino, o si se usa un sustantivo que parece poner distancia suficiente para sentirse a salvo, <<la pandemia>>, allá y entonces… Como aludiendo a la peste negra medieval; o el simbolismo detrás del término <<cuarentena>> pensándolo como el tiempo de espera antes de que una pareja vuelva a procrear o en el que incluso una nueva semilla empieza a germinar. Podría pensarse así, o depositársele un sentido más adverso con alguno de los sinónimos de la palabra encierro que aluden a no tener escapatoria, no tener opción. Y, ¿la hay? La cuestión es compleja, pero podríamos intentar resolverla.
Empecemos por tratar de entender lo que nos está sucediendo a nivel orgánico. El torrente de sustancias neuroquímicas que en este momento recorren nuestro cerebro a raíz de esta situación; el estrés que causa la incertidumbre del momento podría estar generando un monto importante del así llamado cortisol, y esto a su vez acarrear muchos de los síntomas que presentamos actualmente: tensión muscular, insomnio, ansiedad, irritación. Cuando hablamos de algo fisiológico, parecería que nos libramos de la responsabilidad, pero no es así.
Nuestra voluntad juega un papel importante en el envío constante a nuestra “máquina central” de que estamos en peligro. El cerebro al interpretarlo de esta manera instala en el cuerpo una postura general de ataque-fuga.
-Cómo es que nuestra voluntad puede estar involucrada en esto -querrán preguntarme quizá en cierto tono de reclamo-. Pues muy fácil. No podemos evitar que los noticieros, las redes y la conversación actual gire en torno a la restricción mundial, se los concedo. Sin embargo, si de algo somos totalmente responsables, es de lo que consumimos y en la frecuencia que lo hacemos. Me refiero a la cantidad de noticias alarmantes, artículos poco fidedignos o información en general con poco o nulo sustento científico que sólo logran una sensación irracional de pánico imposible de elaborar. De eso sí que somos responsables, así como de hacer pausas en el trabajo, poner límites a personas que transgreden nuestro espacio, nuestros tiempos y se alojan en la mente de manera intrusiva. Eso está en nuestras manos y en las de nadie más. Trabajar en nuestra salud mental siempre será un asunto personal.
Y hablando de sentirse atrapado, encerrado, podríamos retomar este develamiento de aspectos del psiquismo que les planteaba previamente. Al habernos quedado en nuestra propia casa-mente ¿Qué es lo que ha salido a flote? ¿De quién y de qué estamos rodeados? Hablo del mundo interno, pero también del ambiente como tal. Puedo decir que me siento profundamente agradecida al darme cuenta de que a mi alrededor hay personas tratando de elaborar esta experiencia desde el pensamiento profundo, la creatividad, la generosidad. Personas que aman lo que hacen y desde ese lugar intentan aportar ideas interesantes para significar lo inefable. Pienso que esto debe ser resultado de un proceso de trabajo previo que ahora da frutos.
Así como no es casual lo que generamos en nuestro organismo, tampoco lo es el ambiente en el que nos encontramos, la gente de la que nos rodeamos. Es resultado de nuestras propias elecciones y, por supuesto, de las renuncias que tuvieron que hacerse para estar en donde nos encontramos actualmente. A veces hay que dejar ir para hacer espacio a lo que realmente somos, lo que realmente queremos.
Hasta acá podría acusárseme de estar en un lugar maníaco o hasta mágico quizás, en donde no existe el dolor, todo es subjetivo, todo está en la mente. Pero no es así, por supuesto que ha habido también pesar y pérdida, incertidumbre y desazón. Duelos que se sienten como propios en lo profundo del alma o que tal vez han conectado con aspectos que los convierten en propios de verdad. Duele saber que hay personas con alto riesgo que tienen que pasarlo por alto porque las necesidades básicas deben ser satisfechas y que no queda tiempo para reparar en el miedo. Siguiendo la pirámide de Maslow, sería una suerte de sobrevivir en la consecución de lo inmediato dejando a un lado lo que por ahora no se puede palpar como se siente el hambre y la necesidad. Eso no es interpretable ni está en tela de juicio; es una dura realidad.
Pero quisiera volver un poco a la idea de dejar ir para hacer espacio a lo que realmente somos. Y lo hago porque actualmente escucho demasiado la necesidad de salir, de ir hacia afuera, de volver a ver gente en las calles; hacer cosas, encontrar cuál es la “actividad” del día. Y si no la hay entonces ha sido un día perdido. Honestamente, me causa muchísima curiosidad esta actitud. Me pregunto. ¿Afuera, a dónde? ¿La gente, quién? Sí, <<la gente quién>> es una pregunta extraña y hasta gramaticalmente incorrecta, me parece. Pero es así como quiero plantearla. La gente, expuesta así, parece más una ficción idiomática, un término vago e impersonal. ¿Quién es <<esa gente>> que tanto necesitamos? y ¿Para qué? No puedo evitar pensar que en gran medida esto sucede porque no se ha dado ese espacio para encontrar el verdadero ser, porque quizá no se quiso soltar en su momento aquello que daba una gratificación parcial, si lo pensamos desde la teoría kleiniana, pero que dista de ser algo trascendental para el ser. Me refiero a quedarse en un trabajo que no da satisfacción, pero sí mucho dinero; una actividad que tal vez no se entiende bien, pero da cierto estatus.
Un aspecto de ese objeto gratifica parcialmente y quizá parecía suficiente cuando toda una parafernalia lo sostenía, pero ahora todos esos elementos ornamentales se han ido y no hay cómo darle sentido a una actividad vacía. Estamos solos ante nosotros mismos y podemos constatar si lo que hacemos realmente es lo que amamos, si nos hemos permitido explorar quiénes somos y qué es eso que nos llena el alma.
Porque al ser así, no importa si ahora escribo estas líneas en una lujosa oficina del más sofisticado rascacielos o si lo hago sentada sobre el pasto contemplando un inspirador roble, con el ordenador sobre las piernas.
No importa, porque lo que llena es la esencia de lo que se está haciendo.
En realidad, tiene que ver más con estar y no con hacer. Parece que el <<estar>> se ha vuelto una cuestión sumamente complicada en estos días. Y tiene que ver por supuesto con estar con uno mismo, con lo que hemos construido, lo que hemos logrado entender de nosotros. Parece que ese puesto de nombre larguísimo, pero con poco contenido; la ropa, los autos, los accesorios caros que gustamos de mostrar, se han vuelto una máscara protectora, una magnífica manifestación de lo que el psicoanalista británico Donald Winnicott llamó el falso self; esa coraza que en tanto más rígida más patológica es, construida alrededor o incluso en reemplazo de lo que se debería ser en realidad.
De pronto esta situación nos ha despojado de esa armadura y resulta que no tenemos idea de qué hacer con nosotros. Quizá es tiempo de empezar a explorar, de construir quiénes queremos ser desde el corazón, desde la pasión. Quizá es tiempo de empezar a vivir y no a sobrevivir. A experimentar emocionalmente en vez de sobrellevar, una palabra bastante recurrida en estos tiempos.
Por otro lado, de pronto me da la impresión de que la humanidad se ha estacionado en el discurso de la pérdida porque hay aspectos de la mente que se satisfacen con poner la mirada en lo que no se tiene, es ese goce espurio del que hablaba Freud y sobre el que Lacan profundizó magistralmente. Salvo aquellos lamentables sucesos que consideraría inscritos en el orden de lo real (desde Lacan), los que quizá no podríamos considerar que se elaborarán ahora mismo, como la muerte, la angustia de la enfermedad, o la pérdida del modus vivendi; salvo esos casos que se tomarán el tiempo y los procesos necesarios, hay muchos sitios en donde fijar la mirada: en el mensaje de esa persona que te recuerda que te quiere y que a la distancia te está representando en su mente, en las muy recurridas videollamadas donde se reúne toda la familia como quizás hace tiempo no sucedía; en contemplar la posibilidad de que estas herramientas digitales por fin nos estén acercando en vez de alejarnos e incluso aportando opciones creativas y sensibles para dar un giro a la manera en la que veníamos desarrollando nuestro trabajo. Todo esto si acaso nos damos la oportunidad de hacerlo. Si conectando con la gratitud nos permitimos asumirnos como seres en falta por supuesto, pero con todo lo necesario para construir nuestra propia consecución de la felicidad; lo que sea que eso signifique para cada uno.
Quizá, y sólo quizá, mi madre tenía razón y podemos adiestrarnos en el arte de encontrar siempre en el problema una invitación a una nueva oportunidad. Quizás esto sólo es un intento, una perorata, pero compartirlo hoy con ustedes ya me hace considerar que puede ser posible.
--------------
No dudes en iniciar un tratamiento psicoanalítico.
Nos encontramos en varios puntos de la Ciudad de México y Jalisco.
Nápoles - Del Valle - Roma - Condesa
Coapa - Guadalajara - Coyoacán - San Ángel
Comentarios
Publicar un comentario