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Feminismo, creación y sororidad. Un tributo a las mujeres de todos los tiempos. 

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Por Itzayana Covarrubias 

El 2020 sonaba como un número fuerte desde el inicio. Dicho y hecho, apenas en su primer trimestre, está siendo un año enérgico, un año que está haciendo historia. Millones de mujeres uniendo sus voces para clamar justicia y gritar por aquellas que no pueden hacerlo más, han salido a las calles de la Ciudad de México para demostrar que la unión hace la fuerza. Pero no parece ser sólo un día, un esfuerzo sin eco en la cotidianidad, porque en las calles hay ahora ojos vigías, lentes atentos de mujeres que se cuidan unas a otras. Se respira un aire de sororidad que tal vez desde hace miles de años no alcanzaba tal intensidad. Este es un momento histórico y es hora de conservar esa actitud. 


El movimiento del 8 de marzo del 2020 es un evento que no se olvidará o al menos eso espera desde lo profundo de su alma, la que a través de estas líneas hoy celebra y agradece estar viva. Si eres mujer, espero que no me estés leyendo este 9M, que el 9 de marzo hayas podido y querido hacer este ejercicio lo suficientemente real como para generar una conciencia en la gente que está a tu alrededor. Que tu esposo, tus hijos, tus compañeros de trabajo, tus seres queridos hayan vivido tu ausencia, como si en verdad no hubieras podido regresar a casa. Que puedan experimentar al menos unas horas, lo que han sentido las familias de todas esas mujeres, de esa pequeñita inocente con toda una vida por delante brutalmente truncada, todas ellas que han dejado un vacío inconmensurable en el fondo de nuestros corazones. 

Pero, finalmente si eres mujer sea cual fuere el día que lees esto, honro y agradezco que estés viva y que yo tenga derecho a escribirte y tú a leerme gracias a otras que mucho tiempo atrás lo lograron para nosotras. 


Así que te propongo revisar un poco de historia para entender la “celebración” del día de la mujer y del movimiento feminista en general. 

Comencemos por decir que la “celebración” del día de la mujer, es en realidad una conmemoración por las vidas que cobró la lucha de incluir a la mujer como sujeto de derecho en la sociedad y que una vez sujeto de derechos, pudiera ir avanzando en su situación social. Un ocho de marzo como el día de esta magna marcha mundial, pero de 1857 en plena revolución industrial miles de trabajadoras textiles decidieron salir a las calles de Nueva York con el lema 'Pan y rosas' para protestar por las míseras condiciones laborales y reivindicar un recorte del horario. Fue una de las primeras manifestaciones para luchar por sus derechos, y distintos movimientos, sucesos y movilizaciones (como la huelga de las camiseras de 1909) se sucedieron a partir de entonces. 


Sin embargo, el capítulo más cruento se registró el 25 de marzo de 1911 durante el incendio de la fábrica de confección de camisas Triangle Waist Co.​ de Nueva York. La tragedia se debió a la imposibilidad de salir del edificio en llamas puesto que los responsables de la fábrica de camisas habían cerrado todas las puertas de las escaleras, para evitar los robos que eran habituales en la zona. ​ Muchas de las trabajadoras, al no poder escapar del edificio en llamas, saltaron desde los pisos octavo, noveno y décimo a la calle. La mayoría de las víctimas eran mujeres jóvenes inmigrantes de Europa del Este e Italia de entre catorce y veintitrés años. La víctima de más edad tenía 48 años y la más joven, 14 años. 


El desastre en la fábrica textil Triangle Shirtwaist obligó a importantes cambios legislativos en las normas de seguridad y salud laborales e industriales y fue el detonante de la creación del importante Sindicato internacional de mujeres trabajadoras textiles (International Ladies Garment Workers Union) que lucharía por mejorar las paupérrimas condiciones laborales de esos tiempos. 


Pero antes de estas manifestaciones ya había mujeres maravillosas, luchando desde su trinchera por lograr que la mujer ocupara un mejor sitio en el tejido social. Un sitio donde se le viera, se le respetara y se le permitiera crecer en todos los niveles posibles. 

Se piensa que el feminismo tiene doscientos años desde que Mary Wollstonecraft, escritora inglesa (1759-1797), madre de Mary Shelley (Frankenstein, 1818) escribiera en 1790 su manifiesto “Vindicación de los derechos de la mujer”, obra en la que condena la educación que se daba a las mujeres porque las hacía artificiales y débiles de carácter. Al creer que el Estado debía reformar el matrimonio y la educación y que las leyes debían acabar con la subordinación de las mujeres y que éstas no debían ser excluidas de la vida política, Mary Wollstonecraft inicia una nueva era en el discurso feminista. Aquí un fragmento de este maravilloso y revolucionario texto: 

“…Me parece necesario extenderme en estas verdades obvias, ya que las mujeres han sido aisladas, por así decirlo. Y cuando se las ha despojado de las virtudes que visten a la humanidad, se las ha engalanado con gracias artificiales que les posibilitan ejercer una breve tiranía. Como el amor ocupa en su pecho el lugar de toda pasión más noble, su única ambición es ser hermosa para suscitar emociones en vez de inspirar respeto; y este deseo innoble, igual que el servilismo en las monarquías absolutas, destruye toda fortaleza de carácter. La libertad es la madre de la virtud y si por su misma constitución las mujeres son esclavas y no se les permite respirar el aire vigoroso de la libertad, deben languidecer por siempre y ser consideradas como exóticas y hermosas imperfecciones de la naturaleza (…) Y si se concede que la mujer no fue creada simplemente para satisfacer el apetito del hombre o para ser la sirvienta más elevada, que le proporciona sus comidas y atiende su ropa, se seguiría que el primer cuidado de las madres o padres que se ocupan realmente de la educación de las mujeres debería ser, si no fortalecer el cuerpo, al menos no destruir su constitución por nociones erróneas sobre la belleza y la excelencia femenina…” 


Sin embargo, desde antes existieron mujeres que dieron cuenta de su fuerza yoica declarando con hechos su facultad intelectual para ocupar un lugar de equidad ante el varón. Una de ellas es Hipatia de Alejandría, una de las primeras científicas de quienes tenemos referencia. Fue una maestra de prestigio en la escuela neoplatónica y realizó importantes contribuciones a la ciencia en los campos de las matemáticas y la astronomía. Su brutal asesinato escenifica el paso del razonamiento clásico al oscurantismo medieval. 


Tomó partido en los asuntos municipales, ejerciendo su influencia en la esfera política y en la alta aristocracia. Era conocida y respetada por sus valores éticos y su sabiduría, de tal suerte, que los representantes políticos, paganos y cristianos, recurrían con frecuencia a sus consejos. Fue maestra y amiga de Orestes, el prefecto de Alejandría, quien muy pronto se sintió amenazado por el prestigio social de Hipatia en las altas esferas, por lo que inició una campaña de difamación señalándola como una bruja peligrosa entregada a la magia negra. 

La difusión de estas falsedades llegó a tal extremo que, en marzo de 415, un grupo de cristianos fanáticos liderados por un tal Pedro, la sacaron del carruaje, la dejaron totalmente desnuda, la mataron brutalmente con fragmentos de cerámica y quemaron posteriormente sus restos en las afueras de la ciudad. 

“… Una multitud de creyentes en Dios se levantaron guiados por Pedro el Magistrado, y procedieron a buscar a la mujer pagana que había engañado a la gente de la ciudad y al prefecto (Orestes) con sus encantamientos. Y cuando descubrieron el lugar donde se encontraba, la fueron a buscar y la hallaron cómodamente sentada; habiéndola hecho descender, la arrastraron por todo el camino hasta la iglesia mayor, llamada Cesareo. Esto sucedió en los días de Cuaresma. Le arrancaron la ropa y la arrastraron por las calles de la ciudad hasta que le provocaron la muerte. La llevaron a un lugar llamado Cinaron y quemaron su cuerpo. Todo el mundo rodeó al patriarca Cirilo y le aclamaron como “el nuevo Teófilo”, ya que él había acabado con los últimos restos de idolatría de la ciudad…”. Juan, Obispo de Nikiu. Crónica 84.87-103 


Como es bien sabido, casos como el de Hipatia se presentaron en abundancia durante la Edad Media. Miles y miles de mujeres fueron entregadas al Tribunal de la Inquisición para ser ´juzgadas´ sólo por tener altos conocimientos en alquimia, herbolaria o por poseer una erudición que amenazaba el estatus quo tanto del varón medieval como del sistema eclesiástico-político de la época. ¿Será que esto ha cambiado en la actualidad? 

Están por supuesto, mujeres como Juana de Arco, una joven campesina que guió al Ejército Francés en la Guerra de los Cien Años logrando que Carlos VII fuera coronado rey de Francia y a quién se le pagó con la hoguera por herejía entre otros cargos. Más de veinte años después de su muerte, fue canonizada y declarada mártir por el mismo tribunal que la condenara. 


No podemos olvidar a Emmeline Pankhurst y Susan Anthony de origen británico y estadounidense respectivamente, ambas líderes del siglo XIX dedicadas al movimiento feminista y remarcables trabajadoras por el derecho al voto de la mujer. 


A finales del mismo siglo XIX nace una de las escritoras más importantes en la literatura feminista, Adeline Virginia Stephen, mejor conocida como Virginia Woolf, por el apellido que adquiere por sus nupcias con el escritor y economista Leonard Woolf. A pesar de sus graves problemas emocionales, la escritora aportó textos importantísimos para el pensamiento y afianzamiento del feminismo en el mundo occidental. Uno de esos maravillosos textos, es por supuesto, “Una habitación propia”. Texto en donde aparece una imagen metafórica muy representativa que compara a la mujer con un espejo mágico que distorsiona la realidad a favor del hombre: 

La aparente inferioridad de la mujer hace que el hombre se crezca, viéndose más fuerte, inteligente y poderoso de lo que realmente es. Una habitación propia es una obra en la que Virginia Woolf reflexiona ampliamente sobre las mujeres y la literatura, dos temas que le apasionan. 

Para abordar este tema se plantea una serie de cuestiones. Una de ellas es destacar la directísima relación que existe entre la realidad y la literatura. Realmente, la literatura es o tendría que ser un reflejo directo y sin distorsiones de la realidad en que vivimos. Pero no es así del todo, según nos cuenta, ya que el mundo de la literatura está gobernado por hombres que imponen su punto de vista. 


Un fragmento que en lo personal me parece fascinante de este texto, es cuando Woolf nos describe en su muy particular forma, la frustrante experiencia de ser una mujer ávida de conocimiento, como lo fue Sor Juana en su momento y no poder tener acceso, como los varones de su época a la educación. Nos cuenta en un tono agudo y sarcástico, cómo le fue negado el acceso a una biblioteca. Se los comparto para que juzguen ustedes mismos su agudeza y su bellísima prosa. 

“…Pero me encontraba ya ante la puerta que conduce a la biblioteca misma. Sin duda la abrí, pues instantáneamente surgió, como un ángel guardián, cortándome el paso con un revoloteo de ropajes negros en lugar de alas blancas, un caballero disgustado, plateado, amable, que en voz queda sintió comunicarme, haciéndome señal de retroceder, que no se admite a las señoras en la biblioteca más que acompañadas de un «fellow» o provistas de una carta de presentación. Que una famosa biblioteca haya sido maldecida por una mujer es algo que deja del todo indiferente a una famosa biblioteca. Venerable y tranquila, con todos sus tesoros encerrados a salvo en su seno, duerme con satisfacción y así dormirá, si de mí depende, para siempre. Nunca volveré a despertar estos ecos, nunca solicitaré de nuevo esta hospitalidad, me juré bajando furiosa las escaleras. Me quedaba todavía una hora hasta el almuerzo. ¿Qué podía hacer? ¿Pasear por las praderas? ¿Sentarme junto al río? Era realmente una mañana de otoño preciosa; las hojas caían, rojas, lentas, hasta el suelo; ni una cosa ni otra hubiera sido un gran sacrificio. Pero alcanzó mi oído el sonido de la música. Se estaba llevando a cabo algún servicio o celebración. El órgano se quejó con magnificencia cuando crucé el umbral de la capilla. Hasta la tristeza del cristianismo sonaba en aquel aire sereno más como el recuerdo de la tristeza que como verdadera tristeza; hasta los lamentos del órgano antiguo parecían bañados de paz. No sentía deseos de entrar, aun en el supuesto de que tuviera el derecho de hacerlo, y esta vez quizá me hubiera detenido el pertiguero para exigirme la fe de bautismo o una carta de presentación del deán. Pero el exterior de estos magníficos edificios es a menudo tan hermoso como su interior…” 


Por supuesto, por lo que hace a las carreras profesionales en las que he incursionado, no podía dejar a un lado, a las insignes mujeres juristas que han hecho historia y también a las brillantes teóricas del pensamiento psicoanalítico, que tanto han aportado a mi vida y al mundo. 

Dentro de la esfera del derecho tenemos, entre muchas otras, a Cornelia Sorabji (1866-1954), la primera abogada en la India y en ejercer tanto en su país como en Gran Bretaña. Al inicio de su carrera y hasta 1924 no pudo ejercer en la India porque estaba prohibido a las mujeres, así que como asesora legal del Gobierno británico se dedicó durante 20 años a ayudar a las purdahnashins (mujeres que, de acuerdo con la ley hindú, eran casadas de niñas y ya no podían tener ningún contacto con el mundo exterior). Así como Elena Caffarena (1903-2003) una de las primeras abogadas de Chile. Activista y política, reivindicó los derechos de las mujeres y de los trabajadores. Durante 20 años luchó por el derecho a voto de la mujer y en 1935, junto a otras mujeres, redactó el proyecto de ley que permitiría a las mujeres del país andino ir a las urnas (que no se materializó hasta 1949). Durante la dictadura de Pinochet, Elena convirtió su casa en un refugio y en la década de los ochenta fundó el Codepu (Comité de Defensa de los Derechos del Pueblo). Hago un especial reconocimiento a mi querida mentora, la Lic. Laura Peña Rebolledo, una mujer que se ha abierto paso con una carrera impecable, en un mundo de hombres. 


En el estudio del inconsciente, son muchas las mujeres que pueden considerarse constructoras del edificio psicoanalítico. Algunas de ellas son: Melanie Klein, Sabina Spilrein, Anna Freud, Hanna Segal, Joan Riviere, Joyce McDougall, Elisabeth Roudinesco, Piera Aulagnier, Françoise Doltó, Armida Aberastury, Esther Bick, Beatriz Janin, entre muchas otras.

Debo decir que, en mi formación psicoanalítica, también he tenido la suerte de estar acompañada por mujeres brillantes, sensibles y talentosas a quienes agradezco profundamente todo el conocimiento que me han transmitido. Las doctoras Catherine Goetschy, Ana María Wiener, Marcela Barruel, Marta Puig, Adelaida Corrales, entre otras, que me han conducido y formado en el amplísimo estudio del bagaje psicoanalítico. Por supuesto un especial agradecimiento a la Dra. Celia Lieberman como fundadora de la casa de estudios donde he desarrollado mi preparación psicoanalítica. 


Respecto a las mujeres que desarrollaron teoría en la historia del Psicoanálisis, reconozco la dificultad que debió representar para Anna Freud (1895-1982) el sobresalir en el mundo psicoanalítico desprendiéndose de la sombra de su padre, no debió ser nada fácil formarse un camino propio. Por otro lado, reconocer a Melanie Klein (1881-1960) por la trascendencia de sus brillantes ideas, pero sobre todo por haber tenido el valor de presentarle al mundo una teoría del psiquismo temprano, de relaciones de objeto desde los primeros meses de vida, que se oponía al Edipo tardío y el Super Yo como heredero de este, en la teoría Freudiana. 



Por otro lado, dar un espacio a la tan poco valorada Sabina Spilrein, una mujer de origen ruso que, a pesar de sus padecimientos psíquicos, y la grave desacreditación que sufrió por el tórrido amorío vivido con Carl Jung, ´hijo´ predilecto de Freud en aquella época, logró formarse como psiquiatra y psicoanalista. Fue una de las primeras mujeres en la historia del psicoanálisis, siendo su principal aporte teórico la elaboración del concepto de <<pulsión destructiva y sádica>> el cual, se dice, fue la base del desarrollo Freudiano del transcendental concepto de <<pulsión de muerte>>. Cabe resaltar que Spilrein fue una de las pocas mujeres invitadas por el Dr. Sigmund Freud a las reuniones de la sociedad psicoanalítica, siendo la primera mujer del movimiento en realizar una verdadera carrera en dicho ámbito del conocimiento. 


Podríamos llenar días y páginas enteras, sin que pudiera ser suficiente, aun así, seguro dejaríamos fuera a varias mujeres, sin hacer justicia a su labor en su paso por este mundo, lo mismo que todas aquellas cuya huella quedó en el anonimato. Hoy hago un honesto y sentido tributo a todas y cada una de las mujeres pasadas, presentes y futuras con las que comparto un vínculo de género. A todo ese cúmulo de mujeres valientes, inteligentes, sensibles y talentosas que forman la lista de aquellas que han otorgado a la historia de su época un motivo para voltear a mirar lo que han tenido para decirle al mundo. Científicas, políticas, artistas, activistas, escritoras, pensadoras, mujeres de medicina, alquimistas, todas la que rompieron paradigmas y fueron las semillas de un movimiento que no cesa en la búsqueda de la equidad de oportunidades entre hombres y mujeres. 

Gracias a todas y cada una de ellas hoy y siempre. Gracias a mi madre y a todas las mujeres de mi familia y mi historia que me hacen ser la mujer que soy. 

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