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Acerca de la destructividad

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Por Mauricio Ortega 

“Permanecieron inmóviles y agudizaron el oído, pero todo lo que oyeron fue el sordo golpeteo de sus corazones. Aquel lugar estaba al menos tan silencioso como el Bosque entre los Mundos; pero se trataba de una quietud distinta. El silencio del bosque había sido plácido y cálido -casi se podía sentir cómo crecían los árboles-, y lleno de vida; aquél era un silencio sin vida, frío y vacío. Era inimaginable que creciera algo en él.”
 - C.S. Lewis

Es innegable la naturaleza destructiva presente en la humanidad, sobre todo en la actualidad en donde sus expresiones se encuentran a la vista de todos: cambio climático y destrucción de la biodiversidad, feminicidios, violaciones a los derechos humanos, guerras interminables, crímenes violentos y conductas autodestructivas como las adicciones, relaciones tormentosas o el suicidio.

Imagen del artista Dusty Ray

Existen pensadores y filósofos que consideran que la naturaleza humana o bien es benigna y justa, o inocente e incapaz de diferenciar entre “bueno y malo”, por lo que sólo se obraría de forma dañina por razones ajenas a su naturaleza la cual sería más bien neutra. 

En psicoanálisis, y a partir de “Más allá del principio del pacer” Freud propondrá que la destructividad es un aspecto inherente al ser humano. 

Al presentar la noción de conflicto entre las pulsiones de vida y las pulsiones de muerte activas dentro de cada individuo genera un momento determinante que repercutirá de manera teórica y técnica a todo el método psicoanalítico. Esto también implicó que la idea de pulsión de muerte (o destrucción) fuera rechazada, aceptada o reformulada por diferentes analistas. 

Freud, al presentar la pulsión de muerte y la compulsión a la repetición (ligada a la anterior) trata de dar otra explicación a fenómenos como la reacción terapéutica negativa, la tendencia de sus pacientes a verse involucrados una y otra vez en situaciones dolorosas o incluso al trastorno de estrés postraumático, situaciones en las cuales se ven impulsados a repetir el sufrimiento. 

Para él, la esencia de la pulsión de muerte consiste en llegar a un punto de tensión/estímulo psíquico cero, lo equivalente a la muerte, a regresar a un estado anterior (de ahí la tendencia a repetir y a ser autodestructivos). 

También puede manifestarse como agresión al exterior y a los demás aún sin importar que implique una repercusión a uno mismo. Freud no es absolutista con sus propuestas, no dice que toda muestra de agresión o tendencia autodestructiva está ligada exclusivamente a esta pulsión pero sí que implica una tendencia constante e insidiosa en la psique. 

Imagen del artista Dusty Ray

Freud piensa que ambas pulsiones trabajan entrelazadas y con predominancia de una sobre la otra. Mientras Eros (pulsión de vida) lleve la delantera se podrá usar la destrucción para promover la vida, como cuando alguien se defiende de un agresor potencialmente letal. Por el contrario, se puede usar aspectos libidinales para buscar la destrucción, como cuando un asesino serial es capaz de seducir a su víctima para luego destruirla. Si bien éstos son ejemplos drásticos, la idea es que en la vida cotidiana existe una lucha interna en cada uno de nosotros.

Melanie Klein toma la pulsión de muerte. Piensa como Freud que existe esta fuerza interna en todo ser humano que implica destrucción. De hecho da un paso más allá y propone el concepto de Envidia; ya no es sólo que el ser humano busca destruir, sino que hay una actitud aún más maliciosa que busca destruir lo bueno y lo valioso desde los primeros días de vida. 

En su trabajo técnico tanto con niños como con adultos ella se dedica a interpretar -tal vez de manera insidiosa- la agresión en los pacientes y se enfoca en comprender cómo ésta afecta a los vínculos intersubjetivos y por ende cómo repercute en el mundo interno de la persona que ha introyectado dichos vínculos teñidos de agresión. Betty Joseph y Donald Meltzer, por ejemplo, siguen fielmente sus desarrollos en relación a la pulsión de destrucción.

Donald Winnicott rechaza la propuesta; considera que la agresión en el ser humano deriva principalmente de situaciones frustrantes o agresivas que en un primer momento la persona agresora experimentó. Es decir, no confiere un sentido innato a la agresión humana, ésta deviene por otras causas. Y si en un primer momento el niño pequeño es destructivo es porque no tiene consciencia de sus actos, si hay destrucción no es maliciosa sino que viene de un aspecto libidinal que no puede contenerse, como cuando un bebé esta tan emocionado con un juguete nuevo; lo muerde y rompe con excitación y placer.

André Green toma la concepción de Freud y gracias al trabajo de Wilfred Bion se inspiró para estudiar a detalle cómo la pulsión de muerte crea estragos en los procesos de representación y estructuración de la psique humana, procesos que están apoyados en la pulsión de vida. 

Green dice: “La locura (en el sentido en que se habla del amor o, más generalmente, de las pasiones humanas como breves locuras) está en relación con los destinos de las pulsiones eróticas, mientras que la psicosis remite siempre al predominio de las pulsiones de destrucción”. 

Y es que si Eros complejiza, dinamiza y crea estructuras, la pulsión de muerte descompone, desarticula y esteriliza. 


Cada analista aporta o modifica algo de las concepciones originales acerca de la pulsión de muerte y los orígenes de la destructividad, pero de cualquier manera, todos coinciden en que es necesario hacerse responsable de los impulsos destructivos que se ponen en acción a través de nuestro ambiente, nuestras relaciones intersubjetivas, nuestra propia psique, nuestro cuerpo y nuestra vida personal. De no ser así nuestro mundo (psíquico y externo) podría terminar con la apariencia de la ciudad de Charn, aquél lugar en ruinas y vagamente iluminado por un sol moribundo descrito por Lewis, un lugar asolado por la destructividad de una sola persona.



Bibliografía
Freud S. (1920) Más allá del principio del placer. Obras Completas Editores Tomo XVIII Amorrortu
Klein M. (1957) Envidia y gratitud. Obras Completas Tomo III Paidós
Winnicott D. (1956) Escritos de pediatría y psicoanálisis. Paidós 
Green A. (2017) Pensar el psicoanálisis Amorrortu 

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