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Los viajes como experiencias integradoras de la mente

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Por Juan Carlos Avendaño

Escuchando a un entrañable amigo acerca del viaje que emprenderá en fin de año rumbo a Europa por primera vez, pensaba en las implicaciones que tiene para nuestra mente y los significados que estas suponen en tanto se trate de un lugar lejano, el tiempo que durará el viaje, el idioma o los usos y costumbres del lugar que se visite. De entrada, podemos pensar que una de las primeras angustias que tienen movimiento son las de separación, dejar a la familia por un tiempo, a la pareja, a los amigos y la ciudad donde vivimos y que conocemos bien, aislarnos de la rutina del día a día supone cierta dificultad cuando tenemos enfrente algo desconocido o nuevo.


Imagen de Francis Livingston

Sin duda me parece que la sesión analítica es el escenario principal donde se desarrolla el viaje individual de todo aquel que inicie un proceso, un viaje hacia las profundidades de la propia mente y las emociones, despertando resistencias y defensas, poniendo de manifiesto las dudas por aquello novedoso que está por descubrirse sea o no tan agradable.


Bion retoma la idea definida por Freud en Inhibición, síntoma y angustia de 1926 acerca de la angustia como señal; dice que es una “reacción ante una situación peligrosa o señal de alarma ante un peligro interno (como la libido) o externo (como la castración)”; con esto cambia la conceptualización de Freud sobre la angustia al ya no tomarla como un resultado, ahora toma el lugar de función: la defensa yoica. Es la respuesta que el yo da ante una situación que puede ser traumática o “peligrosa”. Para Freud la angustia señal también tiene su origen en la angustia de castración, por lo que, pensando en el viaje de mi amigo, me aventuré imaginar la ansiedad generadas por las dudas acerca de su propia capacidad para desplegar toda su creatividad sobre la planeación y preparación paso a paso de todo el viaje.

Este nuevo funcionamiento simbólico de la angustia es el que nos ayuda a prepararnos para el viaje, supone una novedad en tanto nos incita a alistar los papeles necesarios como el pasaporte o la identificación oficial, el seguro de gastos médicos, una agenda con palabras clave en el idioma del lugar al que vamos o la planeación de nuestro itinerario, los boletos del tren, la moneda con la que gastaremos, etc. Se trata de una función que, si bien defiende de la ansiedad que provoca lo desconocido, también impulsa al autoconocimiento y nos dota de herramientas que nos ayuden a salir bien librados de la experiencia para hacerla por ende muy rica y satisfactoria.


Imagen de Didier Graffet

Siguiendo estas líneas podemos hablar formalmente de la angustia que se presenta cuando estamos por hacer un viaje lejos de casa que es la generada por la incertidumbre y la novedad. La duda de si será un vuelo tranquilo o turbulento, la llegada a migración, posteriormente dudamos de cómo será el lugar al que vamos, la comida o las personas que conoceremos, estar inmersos en una realidad no común a la que regularmente vivimos en nuestro lugar de origen. Pensándolo de la mejor manera, se trata de una emoción positiva que nos oriente a estar más receptivos frente a situaciones que suelen ser nutritivas, la clave radica en la tolerancia para aprender de la experiencia.

En Aprendiendo de la Experiencia (1963), Bion nos enseña que si alguien quiere dedicarse al psicoanálisis debe sostener la noción de infinito. 

Inmediatamente podemos pensar en la angustia frente a lo desconocido y es que tal vez la misma vida es una fuente inagotable de novedades, día a día nos encontramos expuestos y vulnerables. Sobre el mismo eje, Bion comenta que conviene no apresurarse a saber, aguantar la incertidumbre será lo que nos permita estar atentos con una escucha más limpia y dispuesta para recibir y acompañar en ese viaje personal del paciente y nuestro como analistas.

Por lo anterior considero que sólo entregándonos abiertamente a la experiencia seremos capaces de ver con detenimiento lo que sentimos y pensamos, llevándonos con mayor solidez hacia la comprensión de cualquier evento en la sesión analítica y en la vida, pensado como el gran viaje de cada uno, dejarnos impregnar por todo aquello que este contiene. 


Imagen de Dennis Loebner

Un detalle fundamental agregado a lo dicho antes, es que para que podamos tolerar experiencias como las de un viaje o la vida misma en sí, resulta necesario volver a Bion (1963) cuando nos habla de la función alfa como la encargada de hacernos pensar, es la operación transformadora de sensaciones y emociones que vivimos al estar despiertos o dormidos, se logra gracias a la articulación de varios factores, de los cuales el más importante es la rêverie, entendida como la capacidad de contener y la expresión de amor que la madre tiene hacia su bebé gracias a las “identificaciones proyectivas buenas o malas” que este le deposita. 

Conforme pasa el tiempo, el bebé introyectará esa capacidad de su madre para formar en su propia mente la capacidad de metabolizar las experiencias de la vida.

Resulta interesante seguir pensando todas las aristas posibles para dar lectura a la experiencia de un viaje, aspectos como la soledad, los objetos internos que nos llevamos a los distintos lugares y etapas de la vida, y el encuentro con nosotros mismos en el fortalecimiento del yo para dar mayor capacidad simbólica en el proceso de integración que transcurre a medida que pasan los años tanto adentro como afuera, serán frutos a revisar cuando volvamos de aquellos lugares desconocidos del análisis y la vida diaria.

Bibliografía.
Bion; W. R. (1963). “Aprendiendo de la experiencia” Buenos Aires, Paidós, 1980
Freud, S. (1926) "Inhibición, síntoma y angustia", Obras Completas, Editorial Amorrortu.


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