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¿Qué hacer con la pérdida?

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Por María del Carmen Oliveros Torres


Este texto parte de la observación y del contacto diario de la práctica analítica, que más allá de los aspectos teóricos que dan soporte al trabajo terapéutico, implica un verdadero reto en la interacción con las emociones de cada uno de los pacientes. Es imposible pensar en el desarrollo de la vida sin constantes separaciones y/o pérdidas (algunas de éstas definitivas) que implican un desafío, ya sea para la propia fundación del psiquismo o para la ya edificada estructuración psíquica del sujeto, debido al monto de dolor y angustia que implica hacerle frente. Precisamente la propia universalidad del dolor que origina esta condición de pérdida ha sido inspiración de grandes obras del cine internacional y nacional, de la literatura, del arte en general.

Artista: Agostino Arrivabene

Sobre las pérdidas podríamos pensar qué podrá saber un recién nacido de separaciones; un niño que podría olvidar a la madre si la deja de ver, un anciano que ya debe estar acostumbrado a las despedidas, un adulto que ya es mayorcito para arreglárselas sin su madre, etc. Pero el reto que se enfrenta durante la separación posee un lugar central en la vida anímica y, por lo tanto, mental del ser humano de manera permanente. Es a partir de ésta que se determinan cuestiones fundamentales de la vida, como el desarrollo mental del individuo, el tipo de relaciones, es decir el tipo de vínculos que arma, y algo sumamente importante, el tipo de duelos que construye.

Freud como fundador del psicoanálisis le dio un lugar privilegiado a este tema, ya en 1917 al escribir Duelo y Melancolía en donde expone bases claras para dilucidar el mecanismo que tendría que elaborar el aparato psíquico para realizar el “trabajo de duelo”. Hace una comparación entre el duelo normal y el patológico (melancólico). 

El duelo normal sirve para lograr separarse del objeto perdido, al enfrentar la realidad de manera constante tendrá que resignificar cada parte del objeto catectizado; es importante mencionar que, dentro del duelo, la pérdida es clara para la conciencia, se sabe qué se ha perdido. 

Entonces ¿qué se hace en el consultorio frente a este proceso normal de duelo? No se evita. La asociación libre es el camino, es el espacio propicio para recordar, rememorar, evocar, tratar entonces de agotar cada aspecto libidinizado del objeto, con la finalidad de poder liberar la líbido y ésta pueda entonces encontrar un objeto donde quede depositada. 

Artista: Agostino Arrivabene

Freud llegó a la conclusión de que en el duelo normal el sujeto logra reestablecer a la persona amada y perdida en su propio yo, mientras que en el melancólico fracasa en ese intento, porque la pérdida es inconsciente. 

El enfermo puede incluso saber a quién perdió, pero no lo que perdió de él o bien qué se pierde de lo que es propio. El sujeto instala dentro de sí el objeto amado perdido, una investidura de objeto es reemplazada en la melancolía por una identificación, de ahí la sentencia célebre: “la sombra del objeto recae sobre el yo”. 

Dentro de la teoría de las relaciones objetales, Klein también se encarga de este tema con precisión en su texto: El duelo y su relación con los estados-maniaco depresivos, escrito en 1940.

La teoría Kleiniana parte de dos paradigmas del funcionamiento mental: la posición esquizoparanoide a la que le corresponde la angustia persecutoria y la posición depresiva a la que le corresponde la angustia depresiva. ¿Qué objetos internos tenemos? Los buenos o persecutorios determinarán en gran medida que se hará frente a una separación o pérdida, y por lo tanto las defensas desplegadas. 

Artista: Agostino Arrivabene

En la posición depresiva, el objeto de duelo es el pecho de la madre que ha brindado confianza, seguridad, protección y todo lo que significa: amor y bondad. La buena relación se instala dentro del individuo. 

Cuando muere el objeto bueno, de momento se puede sentir que se perdió eso, pero como el objeto ya se ha instalado, con el tiempo se recuperará al recordar sus cualidades que sirven de inspiración, ya que a pesar de que el juicio de realidad nos dice que se ha ido, permanecen como objetos internos bondadosos. Es por eso que el amor tiene que predominar para ayudar a resistir la frustración de la ausencia. 

Durante el trabajo en el consultorio no se puede perder de vista que el duelo toma tiempo y se trabaja en la integración de los aspectos escindidos, es decir, que se puedan valorar de manera más realista las cosas buenas y malas; de aquí la relación del duelo con la posición depresiva. Poderse preguntar qué hice o qué no hice, qué pasó con esa relación. Aceptar el dolor de la pérdida porque se reconoce el valor que tiene lo perdido, sus virtudes y bondades; la pérdida es terrible porque se acepta el amor. Cuando la persona en duelo reinstala dentro de sí a los objetos buenos reconstruye su mundo interno, que quedó desintegrado y en riesgo, puede entonces superar su pena.

Artista: Agostino Arrivabene
En el consultorio podemos observar también la posición esquizoparanoide. El proceso de pérdida se vive de manera más conflictiva, el paciente tiene una culpa espantosa al desaparecer el objeto exterior, el objeto interno también ha quedado destruido; ante la muerte de un ser querido o de una separación amorosa, se siente triste pero también muy enojado (es una relación donde predomina el odio). En principio no puede enojarse con el objeto, por lo que todos los reproches son dirigidos hacia sí mismo, se despiertan miedos a no ser amado nunca más, a estar solo para siempre, a no encontrar consuelo, a ser despreciable para el mundo. 

Hay una incapacidad para mantener los objetos buenos internos a salvo y, como explica Klein “la razón de su fracaso es que el yo ha sido incapaz de vencer su miedo paranoide de perseguidores internalizados…”(Klein, 2018, p. 273)

Bibliografía:
FREUD, S (1992). Obras completas, Tomo XIV. Argentina: Amorrortu.
KLEIN, M (2008). Amor, culpa y reparación y otros trabajos (1921-1945). México: Paidós.


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