“El sexo es algo que uno hace, la sexualidad es algo que eres.”
Anna Freud
Por: Psic. Manuel G. Landeros
En el mundo de la psicoterapia siempre ha sido un tema controversial el concepto de sexualidad infantil desarrollado por Sigmund Freud como la base del psiquismo humano. Aún en tiempos modernos, escuchar sobre una sexualidad que pertenece a los niños causa revuelo y, en muchas ocasiones, incomodidad.
Freud fue señalado (y lo sigue siendo) por desarrollar un concepto esencial para el estudio de la mente humana y su comprensión. La sexualidad infantil puede ser entendida como un conjunto de deseos que se esfuerzan constantemente por alcanzar satisfacción. Estos deseos nacen en la infancia y se expresan a través de fantasías; el niño siente impulsos amorosos y hostiles hacia el mundo que le rodea y los personajes que habitan en él. No tiene ni el lenguaje, ni la madurez fisiológica para llevar a cabo dichas aspiraciones y tiene que lidiar, la mayor parte del tiempo, con montos de frustración importantes.
Freud describió la sexualidad infantil como perversa, no como patología, sino que la consideró de ese modo porque su meta no es la reproducción, más bien es la satisfacción de los deseos internos y el placer obtenido por ello. También la pensó como un asunto polimorfo, pues encuentra placer en diversas partes del cuerpo. Y fue en este punto en donde Freud teorizó las etapas del desarrollo psicosexual, famosas en el estudio psicológico mundial.
La sexualidad infantil no es sexo adulto, ni pornografía. Se trata de energías internas que impulsan al sujeto a vivir, a construir. Con el tiempo, todos aquellos deseos de infancia son enviados a las profundidades del insconsciente por medio del mecanismo de la represión, debido a que las imposiciones culturales y morales empujan todo aquello hacia las sombras para evitar su cumplimiento y las tormentosas y penosas consecuencias que de ello derivarían para un ser humano más adulto. Los niños comenzarán a hacer intentos por apegarse a la realidad y no a todas aquellas fantasías que les dominaban en etapas más tempranas. Pero, a pesar de lo reprimido, Freud aclaró que todos aquellos deseos y fantasías crean retoños que logran penetrar a la consciencia; lo reprimido sólo se encuentra desalojado de la conscinecia, más no ha sido erradicado de la mente y continúa ejerciendo cierto control en el vivenciar adulto. Así pues, el adulto vive bajo el influjo de lo que habita en su inconsciente y que, alguna vez en la infancia, tuvo una posición gobernante. Es a partir del conflicto que surge entre partes de la mente que se encuentran reprimidas y otras que luchan por mantenerlas de ese modo para hacer del individuo un ser adaptado socialmente de donde nacen las angustias y enfermedades de la mente. Una parte de la mente continúa aferrándose a fantasías y deseos y se resiste a responder conforme a la realidad inmutable. La terapia psicoanalítica ayuda a las personas a conocer aquello que se mueve entre las sombras de lo inconsciente y, de ese modo, darles un significado; poner en palabras lo que fuera un recuerdo de infancia y no en acciones que le causen pena sin entender por qué.
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“Tea with me and he”
(Caesar Ray, 2013)
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