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Por Manuel Landeros Pita
Pues una pregunta que nos hacemos desde cualquier campo de conocimiento es la siguiente: ¿me permitirá este modo de conocimiento vivir, y pensar, respirar, y moverme, desear y vivir, enfrentar mi mundo y llevar a cabo su potencial emancipador?
-Judith Butler
Hace unos días leía una conferencia que el activista, filósofo y escritor transexual (agrego la manera en la que se identifica pues tiene el propósito de pensar las ideas que quiero transmitirles hoy) Paul B. Preciado. Fue sumamente complejo leer la conferencia pero al mismo tiempo muy alivioso; agradezco a mi amiga y colega Ana Cristina Tamayo por la recomendación (siempre tan acertada cuando me recomienda un título de su impresionante repertorio literario, artístico y filosófico). Y les digo que fue una lectura compleja pues, bajo el título de Yo soy el monstruo que os habla, Paul B. Preciado se dirige al Colegio de la Causa Freudiana en Francia; psicoanalistas con una postura muy clásica. La conferencia impresa en un pequeño librito es tal como a Paul le hubiese gustado impartirla, lo cual no sucedió en la realidad porque tuvo que salir del recinto debido al alboroto que aconteció a causa de sus duras pero verdaderas palabras: el psicoanálisis basado en el sexo biológico debe cambiar. Este es el momento para que el psicoanálisis se deconstruya a sí mismo.
Y no fue la conferencia la que hizo que comenzará a cuestionarme sino un montón de ideas previas que ya venía acarreando en la mente desde hace un buen tiempo: ¿Puede el psicoanálisis comenzar a reconocerse dentro de los nuevos pensamientos y perspectivas de este mundo que cambia cada día? ¿Seremos capaces, aquellos que amamos esta hermosa profesión, de emprender un viaje hacia nuevas formas de comprender la subjetividad y la intersubjetividad, el psiquismo y su funcionamiento? ¿Servirá quedarse dentro de las concepciones iniciales del psicoanálisis, no para la comunidad psicoanalítica sino para aquellos que acuden por ayuda desesperadamente a nuestras consultas privadas? No tengo las respuestas, pero hago intentos constantes cada día para poder responderme a mí mismo.
El mundo tal como se presenta no es irrelevante, pues esa presentación del mundo contribuye al tipo de mundo que podemos conocer; y también a los mundos que no podemos conocer. Todo modo de presentación posibilita y anula sendas formas de entender el mundo. Así pues, nuestra reflexión es "crítica" en la medida en que nos cuestionamos el marco, el modo de presentación, el género, la forma, y comprendemos que el mundo que se pone a nuestro alcance es un mundo enmarcado, interpretado, orquestado de un modo u otro. No existe un camino directo al mundo sin un medio que nos traiga el mundo, que decida qué versión del mundo se nos va a proporcionar.
-Judith Butler-
Me pasa, últimamente, que cuando leo artículos de psicoanálisis, escritos por psicoanalistas mucho más experimentados que yo o por psicoanalistas jóvenes que apenas se inician, resulta que termino leyendo casi lo mismo; conceptos, teoría llena de términos que siempre intenta sonar técnica, poco alcanzable. Los psicoanalistas experimentados se adhieren al método y a la teoría como una manera de "obedecer la ley" de aquellos padres del psicoanálisis que tanto nos dieron; lo contrario sería indigno. Los psicoanalistas jóvenes pretenden todo el tiempo sonar a que leyeron mucho a Lacan y a Freud pero poco se asoma la comprensión profunda de ese otro que sufre. Una comprensión teórica no precisamente es una comprensión auténtica. Todo el tiempo el psicoanálisis gira alrededor de la concepción binaria de los sexos: masculino y femenino, hombre y mujer, pene y vagina, etc. No importan los años de experiencia, muchos o pocos, el psicoanalista termina sonando igual por todos lados; no digo que eso esté mal, digo que tal vez sea momento de ampliar nuestra concepción de la complejidad humana viendo las necesidades de escucha actuales. Si bien siempre han existido grupos vulnerables o conflictos centrales en el psiquismo, las estructuras mentales han tomado nuevos rumbos para sobrevivir a los cambios socio-ambientales que nos acontecen. El inconsciente es el mismo, es verdad, pero sus contenidos y su estructura (su forma) responde a lo que yo llamo (para mí mismo, sin pretender teorizar) una especie de "selección natural psíquica"; así, muy a la Darwin. Tal y como el padre de la teoría de la evolución lo establece en su Origen de las especies; los seres vivos tendrán que adaptarse a las condiciones del medio para poder sobrevivir; sobrevivirá entonces, no el más fuerte, sino el que mejor logre adaptarse. La mente, a mi parecer, también evoluciona de este modo. Así como los primates tuvieron que adaptarse al medio para poder evolucionar y transformarse en un sapiens, y muchas especies tuvieron que transformar su fisiología y fisionomía, la mente también se "adapta" a su medio. Y aunque suena muy de la psicología del Yo, la adaptación de la que hablo no es una forma de cura, sino una manera de comprender los cambios actuales.
Las especies siguen teniendo corazón, sangre o linfa, ojos, patas, piel o escamas, etc., pero la manera en la que estas se han adaptado, su función y su apariencia, esas han cambiado. Bajo esta premisa; el inconsciente, el psiquismo, sigue siendo el mismo como "aparato" compuesto de órganos; pero sus funcionamientos y apariencias han tenido que transformarse para adaptarse a un medio y poder sobrevivir.
Si los funcionamientos y las formas en las que el aparato mental han cambiado porque el medio ha cambiado, entonces la manera de comprenderlo ha de cambiar también. Ya no podemos entender la vida hablando de dinosaurios y de la Pangea; aunque forman parte de nuestra historia tenemos que explicar lo que nos agobia en la actualidad a partir de una visión mucho más amplia, más cercana. La teoría psicoanalítica no debe abandonar su historia, pero ha de encaminarse a una concepción mucho más nutrida del funcionamiento mental en la actualidad; responder a necesidades urgentes que no logran ser comprendidas del todo desde la teoría clásica.
Es el psicoanálisis contemporáneo el que abre el camino a una re-edición de la teoría. Wilfred Bion puede considerarse el padre del psicoanálisis contemporáneo; su teoría del pensamiento es esencial para la comprensión del psiquismo desde una posición mucho más profunda. Pensar significa crear significados y dotar a las experiencias emocionales de contenido mental. Para pensar se requiere de la creatividad y del amor; es la unión de significados lo que otorga al psiquismo su capacidad de "digestión" de las experiencias. Siendo el psicoanálisis la teoría de la sexualidad humana en cuanto a significados intrapsiquicos termina siempre cayendo y recayendo en la perspectiva biologicista; el sexo define el psiquismo.
Pero ahora, no solo en el consultorio sino fuera de él también, las personas sufren porque sus cuerpos parecen definir su destino, un destino que quizá traiga consigo los peores sufrimientos. Los cuerpos condenan; continuar pensando que los sexos definen nuestro presente y futuro, que las cosas "tienen que ser" así o si no son entonces hay patología, que la gravedad comienza cuando alguien concibe su realidad mental muy alejada de su realidad anatómica, es arriesgado. Lo femenino no es pasividad y lo masculino no puede continuar siendo, desde la teoría, actividad; lo femenino no es receptivo y lo masculino no solo provee. La vida humana no puede explicarse solo con estas cualidades binarias. ¿Una de las funciones de la mujer en el mundo es ser madre? ¿Y si una mujer no desea ser madre entonces está negando su función? ¿Se niega a asumir su función receptiva y reproductiva? ¿Por qué tendría que ser una negación de un deseo que quizá no le pertenece? Quizás una manera en la que la mente, en esta selección natural psíquica, está adaptándose a un medio sobrepoblado es suprimiendo los deseos de maternidad; ¿no haría sentido comenzar a pensar desde otros sitios? Preguntémosle mejor a la mujer por qué no desea ser madre; comprendamos y ayudemos a la otra a comprender esa falta de deseo que no es una ley y que no tiene por qué serlo.
El psicoanálisis debe dejar de emitir leyes a través de su teoría. Debe comenzar a emitir cuestionamientos y mayor comprensión de aquel que sufre dentro de un cuerpo, con una mente que elabora angustias y terrores de los que no puede huir.
Dejemos que las mentes hablen, que surjan las palabras, y entonces intentemos dotarlas de significado para que resuenen en la mente del otro y pueda encontrar un sentido a lo que le pasa; de este modo pueda sufrir menos sintiéndose una monstruosidad.
Y ustedes dirán que estas ideas suenan anarquistas y caóticas; pero no se trata de una conspiración para destruir la cultura sino de despertar el interés en una escucha profunda que evite encajar a las personas en las páginas de la obra de Freud o de cualquier teórico. Pienso que si un paciente, de manera orgánica, mientras me cuenta algo que para él es muy doloroso o penoso o difícil, de pronto me hace pensar en un concepto, no debo darle una interpretación que diga: ¡Ah, claro, usted siente celos porque papá y mamá no lo dejaban entrar a la habitación de pequeño! Quizá debiera preguntarle cómo le llama él, ella o esta persona a este sentimiento en donde se siente excluido y enojado; pensar qué significado tiene este sentimiento y cuál será su función dentro de su mente y fuera de la misma. Si el paciente logra asociarlo a algún recuerdo o vivencia o fantasía, entonces podría ampliar mi interpretación.
La teoría del género también es una puerta que abre posibilidades de comprensión. Necesitamos comprender que hay tantos géneros como mentes y que el cuerpo no define la estructura mental ni sella el destino de cualquier ser humano.
Además de las aportaciones contemporáneas es necesario comenzar la transición hacia una nueva era en todos los ámbitos; esta transición ya comienza a cristalizarse en economía y conocimiento; el psicoanálisis debe comenzar a labrar su propio camino hacia la nueva era post-contemporánea (me atrevo a poner un nombre que me ayude a explicar rápidamente lo que quiero dar a entender). Las humanidades también deben dirigirse hacia una nueva era y encontrar maneras de explicarla sin olvidar su historia y sus inicios, sus memorias; pero tenemos que ver alrededor y enfrentar el hecho de que el mundo ha cambiado y la manera de pensarlo y vivirlo también. La pandemia a la que nos enfrentamos ha requerido que las estructuras psíquicas, por ejemplo, tengan que adaptarse para sobrevivir al caos interno que el miedo a la muerte y a la pérdida ocasiona; ¿funciona la mente igual que antes?, ¿qué podemos encontrar en los consultorios mientras transitamos por este evento sin precedentes?, ¿tendríamos solo que interpretar de la manera clásica o mejor deberíamos sentarnos a escuchar y a entender lo que la mente está haciendo para poder sobrevivir?
Es momento de replantear la teoría y reescribirla. Una posibilidad de un psicoanálisis mucho más profundo, que apunte siempre a la propia verdad del paciente y no a la verdad teórica, es esperanzadora en estos tiempos tan duros y complejos. Pero para poder lograr esta transición será necesaria una crítica profunda y una apertura a las nuevas escuelas del pensamiento filosófico y social. La ciencia positivista no alcanza para otorgarnos una comprensión amplia de la existencia humana; las mentes y sus deseos y conflictos no se ven, no se tocan, no se miden. El psicoanálisis también deberá deconstruirse a sí mismo para poder, no solo sobrevivir, sino también ayudar a otros de maneras más profundas y orgánicas. Las apariencias (teorías) deben siempre obedecer a las esencias (mente y emoción) y no al revés; ese será el reto del psicoanálisis que, a mi parecer, ya ha comenzado a cuestionarse desde distintas vertientes. Yo, aunque amo esta profesión con locura, también reconozco que para ayudar a otros debo cuestionar lo que he aprendido, lo que se me dijo que era así y no de otras formas, he tenido que crear una mezcla de teoría y escucha atenta, de libros y del discurso de mis pacientes en donde a veces he tenido que renunciar a las interpretaciones de "diccionario", aquellas que encajan muy bien con lo que alguien me cuenta pero que en el fondo no explican nada de lo que ese otro siente, de lo que ese otro es. He tenido que renunciar a veces a la teoría clásica para poder entender mejor lo que alguien me cuenta; sí, se siente mal con su cuerpo, por ejemplo, y aunque la teoría dicta que lo que ese otro tendría que hacer es asumir sus limitaciones y dejar de negar su realidad, yo quizá deba, mejor, detenerme a escuchar, a ayudarle a entender que su cuerpo no le define y que existen posibilidades de lidiar con lo que le pasa. Comprender la esencia del otro, en ocasiones, hace a un lado la apariencia de una comprensión únicamente teórica. Debemos (y me incluyo porque lo hago automáticamente casi todo el tiempo) decir menos "Freud decía... Lacan decía... Klein decía" y más "El paciente decía".
A pesar de todos estos pensamientos y del sentimiento de cambio urgente, el psicoanálisis continúa siendo, a mi parecer, una de las mejores alternativas de autoconocimiento y es, ahora, más necesario que nunca.
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